jueves, 31 de marzo de 2011

El furcionario muñicipal

tristeza

 La historia de Unomás es una historia irrelevante, no merece ni una frase. Es una historia tan repetida que la sabemos de memoria. Seguramente es la historia triste mas repetida y triste de la reciente triste historia.
 Unomás es un parado, otro mas de esos jóvenes llenos de esperanza; esperando llegar a ser personas completas antes de llegar a jubilados. Jóvenes siempre con la vista al frente, vigilando que nadie se cuele en la cola del INEM.
 El caso es que a Unomás no le salían las cuentas. El piso que tenía alquilado le costaba más de la mitad de lo que cobraba por trabajar para España. Quizá entonces se acordó de que su padre vivía, medio vivo, medio ermitaño, medio cabrero, medio desencantado pero encantado en medio del monte.
 -Papá ¿y si dejo el piso y vengo a vivir contigo?.
 -Vale.
 En poco más de lo que duró este dialogo estaba instalado.
 Pasaron dos meses, o cuatro, da igual y un día el generoso salario del trabajo por la patria no llegó al maltrecho bolsillo del trabajador patrio.
 El oneroso Estado había enviado una carta a su anterior domicilio y al no recibir contestación…
 Unomás había ido a sellar puntualmente y nunca le habían dicho nada.
 -Ya, pero la ley…
 La solución, empadronarse en el nuevo domicilio; fácil.
 En el DNI de Unomás ya figuraba la dirección del nuevo domicilio en el que había vivido antes de emanciparse pero eso no servia.
 Unomás necesitaba, escritura original de la finca, original del DNI de su abuela, titular de la finca, de 82 años y una autorización firmada por la misma.
 En una segunda visita la funcionaria aceptó la firma del padre medio cabrero, pero resulta que el padre medio cabrero no vive donde el cree y dice su documentación. Ya recuerdo, el padrón del cabrero lo cambió un funcionario cabrón por su cuenta, tras un censo electoral.
 -¡Con la mierdocracia hemos topado!.
 Tras la tercera visita y dado que su hermano mayor también vive ahí, y está legalmente empadronado, Unomás ya sólo necesita la copia del Registro de la Propiedad de la finca, la firma de su hermano, un plano de la finca y la póliza de abono a la compañía eléctrica. Todo originales, por supuesto.
 Mientras tanto va pasando el tiempo, el bolsillo de Unomás tiene telarañas y no ve claro que le vayan a dar lo que le pertenece.
 En la cuarta visita faltaba la Cédula de Habitabilidad.
 Hay un momento, cuando domina, en el que el estado pasa de amante a macarra, un momento en el que se pierde la humanidad y el ciudadano no es mas que un intocable. En ese momento el funcionario municipal se convierte en furcionario muñicipal, un ser cuya misión es joder y cuya meta es ordeñar.

Todo lo dicho le puede pasar a cualquiera; pero en este caso Unomás es mi hijo y se llama Albert.

Ayuntamiento de Rubí.

1 comentario:

  1. Sería de risa si no llega a ser porque es la cruda realidad. La burocracia nos trata como números, como insignificantes granos de arena.Papeles y más papeles y mientras, ¿qué? ¿Quién se pone en el papel del que tiene que no llega a fin de mes y casi ni tiene nada que llevarse a la boca? La desgracia es que cada vez más en este nuestro país que llamamos moderno hay más casos así

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